sábado, 19 de julio de 2014

La hija de los lobos




          Mañana volveré a ser yo. Podré volver a la manada, jugar con mis blancas hermanas y sentirme libre. Sé que mi familia está impaciente, sus lametones a mis manos delatan su ansiedad, lo único que me da miedo es que no recuerdo nada de mi vida anterior al ataque. Estoy tan bien aquí con Raquel… así se llama la anciana que tres meses atrás me recogió en un claro del bosque, desvalida y herida. Me gustaría ser una muchacha para siempre, no me imagino correteando por el bosque cazando para poder comer. Ahora entiendo por qué estoy maldita, nunca seré sólo un ser, deberé compartir mi vida entre este mundo que me atrae tanto y con aquel del cual nada sé aún.

          Ya que queda poco tiempo antes de mi transformación, voy a dar un último paseo por el bosque de los alrededores. Me acompañará mi madre loba, como siempre hace cuando me alejo un poco de la cueva. Se ve que no quiere perderme de vista.

          Con el permiso de Raquel, que como siempre me dice que no me aleje demasiado, sigo un caminito que lleva a un arroyo escondido, que baja en una cascada, debajo de la cual me he bañado muchas veces. Me gusta aquel lugar, puedo estar a solas y pensar en el mañana, ya que el pasado se ha borrado de mi memoria. Pero hoy mi madre, que siempre me acompaña, se comporta de un modo extraño: no para de gruñir y de interponerse en mi camino. La acaricio para que se tranquilice y ella me coge la mano con la boca, tirando de mí hacia la dirección contraria, pero yo no quiero volver a la cueva. Quiero bañarme por última vez en el arroyo, debajo de la cascada, así que insisto y sigo hacia mi objetivo. Antes de llegar hay una pequeña colina y llegando a la cima, con mi madre cada vez más nerviosa, oí una voz, era una voz humana, mi corazón dio un vuelco en mi pecho. Ahí abajo en el arroyo había un humano como yo.

          Mi madre me empujaba con el cuerpo, pidiéndome que nos fuéramos, en mi cabeza resonaba la voz de Raquel, diciéndome que no era humana, que estaba maldita, pero la curiosidad pudo con mis buenas intenciones: tenía que ver quién era el que estaba profanando mi lugar favorito, porque solo había una persona y estaba cantando. Desde detrás de un gran tronco de árbol, por fin pude ver quién era el de los canturreos, creo que en este momento me fulminó un rayo y todo dejó de tener sentido para mí. Era un hombre y estaba desnudo justo donde me gustaba bañarme. No podía  dejar de mirar su hermoso cuerpo, sus largos cabellos, creo que me enamoré a primera vista. Si lo que sentía era amor, prendió fuego a mi pecho y a mi alma. En ese preciso momento, supe que estaba perdida y que nada de lo que hiciera podría hacerme olvidar la primera vez que le vi.

          De súbito alguien me agarró por detrás poniéndome la mano en la boca, creí que me iba a desmayar del susto. Era Raquel. Mientras yo miraba embobada a aquel hombre, mi madre debió ir corriendo a buscarla. En su mirada ardía el fuego de su cólera y ya no parecía la ancianita buena de los bosques. Casi a rastras me llevó de vuelta a la cueva, donde me esperaba mi familia, bastante nerviosa, todos aullaban dando vueltas, gruyéndose unos a otros, como es costumbre entre los lobos cuando están preocupados.

          —Te dije bien claro que no te acercaras a los humanos— me gritaba la buena mujer; mientras yo miraba mis pies....

          Mis pies estaban recubiertos de pelo y mis uñas se parecían más a garras que a otra cosa. Me puse a gritar, lo que con los aullidos de los lobos y los gritos de la mujer, convirtió la cueva en un infierno de ruido. Cuando sonó un silbido tan fuerte que todos nos quedamos quietos y callados, en la entrada de la cueva había un hombre, no le daba la luz en la cara y no podía ver su rostro. Pero si podía olerlo, cuando se acercó vi que era el hombre de la cascada.

          Sorprendentemente ninguno de los lobos se movió, Raquel volviéndose hacia él dijo:

          — Hola Benjamín. No esperaba tu visita este año.

          — Pues como ves aquí estoy, dispuesto en este momento a volver a la manada.

          Benjamín se llamaba aquel hombre, era el hermano pequeño de Raquel y también estaba maldito. Por lo que pude deducir de la conversación que estaban manteniendo él y su hermana, no podía quitarle los ojos de encima, aún tenía grabadas en la memoria las imágenes de la cascada y los sentimientos caóticos que habían provocado en mi corazón. Cuando me acordé de mis pies, dios mío, ya no eran pies, eran patas de lobo. Sin poder evitarlo, me eche a llorar desconsoladamente.

          Cuando sentí su presencia detrás de mí, no podía dejar de llorar y me avergonzaba que me viera en aquel estado, ¿Por qué no apareciste un par de días antes? pensaba. Sentí su mano sobre mi hombro, que con suave pero firme insistencia me obligó a darme la vuelta, su mirada llenaba mi mundo y su olor me hizo olvidar dónde estaba y quien era. Nunca olvidaré aquella noche, me hablaste de tus viajes, de tus sueños, me prometiste que nunca me abandonarías, que habías recorrido medio mundo sin saber que lo que buscabas estaba aquí en esta cueva y mientras nos convertíamos en lobos, te amé con toda mi alma.

          Cuando llegó, el amanecer vio cómo salía de una cueva un gran lobo negro seguido por una loba blanca, y con sus ojos dorados encadenados, se dirigieron hacia el tupido bosque corriendo uno al lado del otro, empujándose, mordisqueándose las patas y el cuello. Se diría que estaban a gusto. Se perdieron por un camino que llevaba a un riachuelo, que en lo profundo del bosque cantaba limpio y cristalino.


          Dice la leyenda que las noches de luna llena de primavera, pasean por aquellos bosques un hombre y una mujer cogidos de la mano. Moreno y fuerte él, menuda y rubia ella, siempre juntos se bañan bajo la cascada de un riachuelo, ese que está más allá del tiempo y de los sueños.


Benjamín.J.Green


* Música: La quiero a morir – Francis Cabrel



3 comentarios:

  1. Me ha parecido un emotivo relato romántico con un bonito final. Un abrazo.

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  2. Me gusta como has hecho ir la segunda parte de la historia, de una simple idea que surgió de una canción y una extraña coincidencia, estas cosas pasan.

    Un bonito y sensible relato de amor, muchas gracias por compartirlo.

    Un abrazo.

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    Respuestas
    1. Gracias por vuestros amables y alentadores
      comentarios, me alegro que os haya gustado.
      Otra vez agradecer el esfuerzo de corrección y
      de construcción impagable de este trabajo, a cargo
      de Laura y compañía.
      Un abrazo cordial.
      Benjamín.

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