martes, 15 de julio de 2014

La maldición de los lobos



El viento ulula salvaje, suena a aullido, en la oscuridad del bosque, entre matorrales y en silencio, oculta su delirio y su sed. La bestia, ya por dos noches seguidas bajo el cielo raso y la luna llena; tiene los ojos inyectados en sangre. Un leve crujido a su izquierda llama su atención, fija su mirada, con todos los músculos de su cuerpo tensos, los latidos de su corazón, cada vez resuenan con más fuerza en sus oídos, su pulso se acelera, su vista se agudiza. Está observando a una joven muchacha que se apura por llegar a su destino, antes de que sea demasiado oscuro. Ni siquiera lo piensa, el instinto puede más que él; la acecha, se acerca sigiloso, se agacha sobre sus patas para tomar impulso y salta sobre su presa atacándola.

En pleno salto se opera la transformación y ataca la carne nívea del cuello clavándole los dientes, pero justo en aquel instante, ruidos de disparos suenan en el bosque, lo que le hace desistir, la suelta y huye despavorido. Dejando en el suelo inconsciente y sangrante a la criatura.

A la mañana siguiente con las primeras gotas del rocío, la muchacha se despierta en el lugar del ataque, se siente débil y tambaleándose intenta volver a su aldea. Camina torpemente hasta llegar a un claro, donde perdiendo todas sus fuerzas, se deja vencer por el agotamiento y cae desplomada al suelo.

No recuerda el tiempo que llevaba inconsciente, sólo recuerda que era casi de noche y algo grande la había atacado. Ahora observa todo lo que la rodea. Puede que sea una cueva, es húmeda, pero no hace frio, un fuego calienta la estancia  y ella está cubierta con unas pieles; son duras y algo ásperas, le recuerdan un poco al pelaje de los lobos.

Cuando una mujer de cabellos plateados y desaliñados, le acerca un cuenco humeante a la boca, sin una palabra la ayuda a beber, está amargo, repulsivo, le provoca arcadas, en silencio la mira a los ojos, estos la invitan, lo toma a sorbos, en su fuero interno algo le dice que la aliviará. Al momento se siente invadida por un sopor que se transforma en sueño. Vuelve a dormirse, esta vez con una sonrisa en la boca, no está sola, se siente segura.

Despierta, fuera ha caído la noche, el fuego esta moribundo y la herida de su cuello, le duele, pero está tan bien bajo las pieles que decide no moverse. Eso sí, le gustaría poder comer algo. De repente algo se mueve junto a ella y su instinto le grita al oído, que no se dé la vuelta, pero ella lo hace. Tumbado a su lado, un gran lobo gris la está mirando, sus ojos dorados la mantienen paralizada sólo un momento, justo cuando la anciana vuelve a aparecer con un brazado de leña.

En cuanto el fuego se reaviva, la misteriosa mujer despelleja un par de conejos y los pone a asar, la muchacha asustada por la presencia del lobo tan cerca no sabe bien qué hacer, si ponerse a gritar, esperar por el conejo o salir corriendo. Opta por lo segundo, tiene demasiada hambre: el olor que desprende el asado, hace que su estómago gruña. Siempre en silencio la anciana se acerca y le mira la herida del cuello, hace una cataplasma con barro y hierbas, la calienta un poco al fuego y se la aplica con mucha dulzura y suavidad. El calor la alivia, ya casi no siente nada.

Entonces de súbito le habla o más bien le pregunta:

— ¿Qué hacías en el bosque a esas horas tan tardías, dulce chiquilla?

Ella tarda un momento en responder, la garganta le duele y le cuesta hablar. Pero responde que no se acuerda, en realidad no recuerda nada, hasta que el animal la atacó, la anciana vuelve a preguntarle:

— ¿Sabes de qué aldea provienes? ¿Debes de venir de alguna parte, no?

La chiquilla hace un esfuerzo, pero nada, no sabe ni cómo se llama, entonces la anciana le hace un gesto al lobo, el cual se despereza y se estira con mucha tranquilidad, antes de salir de la cueva, no sin antes mirar a los ojos de la muchacha para desaparecer en la oscuridad.

La joven oye como la anciana murmura mientras corta y prepara los conejos, le da igual lo que la mujer diga, ella solo quiere comer. Después de haber saciado su hambre, la anciana le comentó que se iba, debía enterarse de alguna manera de donde procedía, para poder dar aviso a la familia, alguien debería estar buscándola ahí fuera, esperaba no tardar. Pero por si lo hacía, le dejaba un poco de conejo, unas bayas y frutas del bosque en un rincón de la mesa. La muchacha se asustó y le preguntó a la anciana, qué debía hacer si el lobo volvía. Le dijo que no debía temer nada, y con una sonrisa añadió, que era como de la familia. Antes de irse le dio otra vez unos sorbos de la bebida humeante, unas hierbas del bosque según su cuidadora que le ayudarían a curarse y a descansar. Antes de que la anciana saliera de la cueva, la muchacha se había dormido.

Fuera sentado tranquilamente está el gran lobo gris. En cuanto ve a la mujer, espera que pase por su lado, se levanta y la sigue.

Cuando la muchacha vuelve a abrir los ojos, la anciana está ahí, de cuclillas al lado del fuego, observándola:

— Ya era hora de que abrieras los ojos, la comida está lista; ¿Porque tendrás hambre, no? Ya veo por la cara que pones, que sí. Bien, pues a comer, que tengo muchas cosas que contarte. Son muy importantes y no admiten demoras.

Una vez saciada el hambre y la sed, la anciana vuelve a cambiarle el emplaste, comentando lo bien que se estaba curando, el brebaje que le preparó esta vez tenía el sabor de las frutas del bosque.

Éste tuvo un efecto diferente, la llenó de energía y fuerza. Entonces la mujer le empezó a hablar, primero le rogó que no la interrumpiera y que pasara lo que pasara no se asustara que nada ni nadie en este lugar podría hacerle ningún daño.

— No debes asustarte de lo que te diga, déjame acabar y lo entenderás todo. He encontrado a tu familia y están ahí fuera esperando para entrar.

La muchacha  abrió la boca, pero la anciana le hizo un gesto, como diciendo déjame terminar, emitió un especie de gemido agudo y el gran lobo gris entró acompañado de una decenas de lobos más, se acercaron y se acomodaron a su alrededor, sin dejar de mirarla. Todos eran de un color grisáceo menos dos de ellos: sus pelajes eran blancos como la nieve, eran un poco más pequeños que los otros, se diría que aún eran unos cachorros. La muchacha no daba crédito a lo que veía. No pudo soportarlo y gritando, le preguntó a la anciana dónde estaba su familia.

— Cállate y escucha— le espetó la anciana — ahora te voy a contar una historia y esta vez espero que estés callada hasta el final. El ser que te atacó hace dos noches es un lobo-hombre, la maldición de los lobos como nosotros, no pongas esa cara, has oído bien, lobos como nosotros.

Mientras la anciana hablaba, la muchacha no podía dejar de mirar a los lobos, aunque ya no tenía miedo, las palabras de la mujer le daban a conocer su historia.

— El ser que te atacó es uno de tus tíos, quien a su vez fue mordido por un lobo-hombre errante.

Esos seres son lobos que en cada luna llena de los meses de primavera, se transforman en humanos y atacan a los de su propia especie, matándolos y cubriéndose con sus pieles. Yo misma soy una loba-mujer, a mi madre la mordieron mientras estaba encinta y me pasó la maldición. Fue ella la que me enseñó a conocer los brebajes de los antiguos que permiten que mientras seamos humanos no ataquemos a los nuestros, pero no impide la transformación, por eso esta cueva, aquí vivimos algunos de los que estamos malditos. Por desgracia tu tío, no pudo resistirse a su instinto y te atacó, ahora eres una de nosotros, cuando lleguen los meses de primavera deberás dejar la manada y trasladarte aquí, si no quieres convertirte en una asesina de lobos.

— Serás una muchacha unos dos o tres meses al año, y mientras tanto, deberás tomarte las pociones que te dé, así podrás estar con tu familia aquí presente, siempre que pueda. Pero debo hacerte una advertencia, nunca y digo nunca, deberás acercarte a ningún humano, no lo olvides jamás, eres y serás siempre un lobo. Y ahora acércate y saluda a tus padres, tíos y hermanos.




5 comentarios:

  1. En este relato quiero destacar la labor de Benjamín porque era un relato que teníamos aparcado desde hace meses y sin inspiración para ver su salida, le agradezco el trabajo realizado, sé que no ha sido fácil y espero que nos deleite con algunas partes más de la historia. Un abrazo.

    ResponderEliminar
  2. Hay que ver; Benjamín, sobre una pequeña idea ajena, cómo has conseguido ampliarla, darle aliento, cadencia narrativa y fabulación, en mi opinión, al más puro estilo clásico. Ojalá la continúes. Un abrazo.

    ResponderEliminar
  3. Me ha gustado mucho. Bien narrado, valor que debe ser trabajo de Benjamín, como dice Laura. Da igual quien tenga la idea, si se sabe expresar y terminar tan bien. ¿1ª parte, supongo?
    En cualquier caso, felicidades a todos. Buen trabajo.

    ResponderEliminar
  4. Gracias por sus amables comentarios, pero no he hecho mas
    que seguir el exelente trabajo de Laura y Eduardo, me alegro de
    que les haya gustado, estoy con la segunda parte, para pronto
    espero.
    Un saludo.
    Benjamin

    ResponderEliminar
  5. Muchas gracias Carlos por tu comentario, pero el mérito es de Benjamín, una pluma inquieta, jeje.

    Ya tenemos la segunda parte en nada la publicamos.

    Un saludo.

    ResponderEliminar