viernes, 10 de octubre de 2014

Miles de años deseando - 4º Relato ganador del concurso "Arma una historia basada en una imagen"





Estoy en un lugar de mi vida en el cual, tengo más pasado que futuro y que puedo elegir lamentarme por ello o alegrarme por lo que me queda. No siempre tengo claro cual de las dos cosas hago ni por qué lo hago. Cuando me encuentro en ese intermedio en el cual ni una cosa ni la otra existen.

Hay días que me invade esa cansada lucidez, que me cuenta cosas que ya conozco y recuerdo, que pesan tanto como el mundo que llevo a mi espalda cansada y torcida por el tiempo que pasa indiferente a mis negros, tristes y caducos pensamientos.

Otros son claros como las mañanas de primavera, donde el sol brilla y calienta esta mente joven que solo contempla el horizonte o el lugar donde se juntan el cielo y la tierra, que me llama y me promete que todo será del color de los sueños que aún están por llegar, pero no llegan.

También existen aquellos por los cuales uno camina, sin pasado ni futuro, mirando a través de los ojos de otros, que a su vez hacen lo mismo hasta el infinito que no existe y que se pierde en los confines de lo que nunca podrá ser, de lo que nunca es y de lo que nunca fue.

Los años malos y buenos se mezclan en esa batidora que se llama existencia, que todo lo masca y que acaba siendo algo que te acompaña por el sendero que conduce a Yggdrasil, el árbol de la vida, guardián de la sabiduría y del destino, esperando a que las hilanderas del hilo infinito que guía tu vida se cansen de ti, y lo corten.

Días de pasados, futuros e inciertos, se van turnando en la rueda que nunca para de girar, llevándonos en su baile enloquecido por las edades que nos toca vivir, reír o llorar, sin que nada puedas hacer, más que seguir girando hasta que un día te caigas de ella y pases a formar parte del abono que hace que el tiempo florezca los frutos, esos que nunca podrás probar ni saborear.

Cuál es el aliciente que hace que te levantes por las mañanas para seguir caminando, aunque sea a regañadientes, dolorido y exhausto, decepcionado por lo que te rodea, hastiado de la esperanza y de las promesas incumplidas de los tiempos. No lo sabes o quizá no te importe, sólo hay que poner un pie delante del otro hasta que caigas por el abismo, que seguro más pronto que tarde, se abrirá bajo tus pies.

Hoy caminas erguido ligero como la brisa que te lleva en volandas hacia la luz del nuevo día, siguiendo la pista a los sueños de felicidad y de locura compartida con la conciencia recién lavada y perfumada, hoy vistes de nuevo, enseñando la eterna sonrisa del que cree firmemente en la bondad y en la verdad de lo que le rodea, pisando fuerte por la senda del que sabe que todo va a salir bien sin mirar hacia atrás.

Todo esto sería maravilloso si fuera humano, pero solo soy un androide con forma humana, con un corazón digital, que está a la vista de todo el mundo, que por alguna razón desconocida es capaz de soñar, sentir o imaginar. Me siento tan solo entre los míos, tan despreciado por los humanos, que cuando observo mi imagen reflejada en un cristal con ese display que enseña los años de mi corazón de metal, además de la tristeza de mi mirada, me refleja un corazón destrozado a pellizcos.

Sólo deseo que se apague de una vez para poder descansar.


Sonia Mallorca



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